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Ongoing 2632 Words

Jötunn

1809 0 0

Por desgracia para el pueblo de Lodestone, no todo lo que Boreas trajo consigo fueron buenas noticias. Inevitablemente el rumor de un ejército de gigantes marchando a paso firme hacia el Norte llegó a los oídos de la Magna Asamblea, los cuales decidieron enviar a uno de los suyos a "investigar". Aseguro al lector que se haya topado con este texto, de que hago todo lo posible por dar el beneficio de la duda a todos los héroes que aquí se mencionan, pero la moralidad de la Asamblea me elude por completo. Soy incapaz de darles el beneficio de la duda a ellos, y menos aún después de presenciar lo que presencié el mismo día que este héroe llegó a Lodestone siguiendo los rumores.

Parece ser que subestimaba lo bien organizados que estaban los de la Magna Asamblea, y tampoco había puesto suficiente esfuerzo en indagar las capacidades de sus integrantes. De haberlo hecho, habría puesto pies en polvorosa en cuanto vi a Boreas y sus hombres llegar aquí. El héroe que vino hasta esta ciudad tenía el favor del dios del Conocimiento, y aparentemente era capaz de saber cualquier dato que decidiera preguntarle a este. En el momento en el que puso un pie en la ciudad, alzó la mirada al cielo y preguntó: "¿Quién es el más fuerte de esta población?" y la respuesta que recibió de su dios fue: "Aquel por quien preguntas responde ante el nombre de Norman, y es un héroe, al igual que tú", afirmación que le hizo olvidarse por completo de aquello que venía a hacer. ¡Maldito sea el día que los dichosos dioses de este mundo decidieron arrastrarme en contra de mi voluntad, otorgarme este poder tan situacional, y no contentos con eso, tener la audacia de considerar que aquello era motivo suficiente para verme como alguien poderoso! De nada habían servido mis esfuerzos por no llamar la atención en aquella ciudad si estaba a una sola plegaria de aquel individuo de que me encontraran.

Haciendo uso de su favor, pudo dar con mi casa en cuestión de minutos, y puedo asegurar que los dioses tuvieron que ser capaces de oírme maldecir a los cuatro vientos mientras huía despavorido de alguien a quien no podía vencer. Al fin y al cabo, el vanidoso héroe que ahora venía tras mi cabeza estaba a una sola petición a los cielos de conocer mis próximos movimientos. Debo agradecer, eso sí, el hecho de que su altamente inflado ego le hiciera contarme cómo funcionaba su poder mientras me daba caza, lo cual me dio las posibilidades justas de sobrevivir al encuentro.

Mientras no dejaba de darle la espalda, corría despavorido por las calles de Lodestone en busca de alguien que pudiera hacerle frente, y a la par que esto, iba tocando todo objeto que encontrara en mi camino, dándole propiedades al azar con las esperanzas de dar con una que me diera el tiempo suficiente para escapar. Me ardían las manos, nunca había creado tantos objetos mágicos en un intervalo tan corto de tiempo. No obstante prácticamente todo lo que creé resultó ser inútil: cristales capaces de cambiar de color según el estado de ánimo de quien mira a través de ellos, varillas de madera capaces de estirarse hasta cinco veces su longitud, un barreño capaz de escupir el líquido de su interior a discreción... hasta que finalmente creé justo lo que necesitaba, una cinta de esparadrapos que venda automáticamente al paciente al que toca. Pude asestarle el golpe, el cual, de nuevo, no esquivó al ver que tan solo era un triste rollo de vendas, agradezco la ingenuidad de este individuo. Las vendas le cubrieron la cara al completo y por fin tuve oportunidad de escapar momentáneamente al filo de su espada.

Al girar unas cuantas esquinas, me acabé chocando con un transeúnte particularmente corpulento que me hizo caer hacia atrás, no era otro que el mismísimo Xendar. Me ayudó a levantarme, pero ya era demasiado tarde, no tengo una constitución que se pueda llamar atlética, y había corrido a la máxima velocidad que me permitían mis piernas durante demasiado tiempo, esto fue suficiente para que me quedara sin aliento, y no había sido capaz de comenzar a correr de nuevo cuando aquel que me estaba dando caza me volvió a alcanzar.

 

Falto de fuerzas, me volví a caer de espaldas, esta vez mirando fijamente a aquel héroe. No era capaz de mover un solo músculo, tenía las piernas cargadas de tanto correr, los brazos me punzaban y me ardían por abusar de mi poder, y mis pulmones apenas eran capaces de coger el aire justo para que no me quedara inconsciente. Estaba mirando cara a cara a quien me iba a dar muerte.

El vidente alzó su espada, pero al bajarla no se topó con mi cabeza, sino con el hacha de Boreas, quien no dudó en hacerle frente sin saber siquiera la razón por la que me buscaba.

He de reconocer, la moralidad que Boreas llevaba demostrando desde que llegó a esta ciudad había sido digna de elogio. Sus hombres tan solo llevaban unos días apostados aquí, y pretendía continuar su viaje una vez hubieran recibido su merecido descanso. Él, en cambio, dedicaba todo el tiempo que tenía a buscar información sobre su objetivo a la par que ayudaba a sus conciudadanos con cualquier problema que tuviesen. Es por esto que defender a un habitante desconocido de un forastero que buscaba darle muerte era el curso de acción más lógico para él.

La batalla inicialmente se desarrolló como cabría esperar, al fin y al cabo, Xendar Boreas no es humano, sino un goliath. Le sacaba varias cabezas de altura al vidente, y su estatura iba bien acompañada de su masa muscular. En cuestión de velocidad y fuerza bruta, el héroe estaba en clara desventaja, ya que al tener que limitarse a parar o esquivar las brutales embestidas de Boreas no era capaz siquiera de hilar palabra sin arriesgarse a arrancarse la lengua de un mordisco. Fue precisamente la bondad del líder de los semigigantes la que le dio la vuelta al encuentro. Como ya he dicho, Boreas está lejos de ser un asesino sanguinario, así que una vez vio que tenía bajo control a su contrincante bajó el ritmo para dejarle respirar, le apuntó con el hacha y le preguntó: "Dime, violento forastero, ¿qué crimen ha cometido este hombre a mis espaldas y por qué te tomas la libertad de ejecutarlo sin un juicio previo?"

Muy a mi pesar, el héroe aprovechó este momento para dirigir la palabra a su patrón, no a Boreas. Tras un sencillo "Pensante, puntos débiles y próximos movimientos de este bruto" sonrió para sí, y se dispuso a abalanzarse de nuevo. Esta vez parecía una persona completamente distinta, estaba calmado y se movía como aquel capaz de ver el mismísimo futuro. Esquivó los próximos ataques de Boreas sin que llegaran a rozarle, y consiguió asestarle una estocada en un punto concreto del costado que lo hizo caer de rodillas, parecía haberle reabierto una lesión reciente que no había terminado de sanar, ya que su uniforme comenzó rápidamente a teñirse de rojo. A pesar de haber perdido la ventaja, Boreas siguió combatiendo ferozmente sin dejar de situarse entre su contrincante y servidor. Parecía estar diciéndome "mientras me puedas ver la espalda, estás a salvo". 

Golpe tras golpe, Xendar lo tenía cada vez más difícil. Era completamente incapaz de acertar a su objetivo, y para colmo cada vez se movía más lento. La pérdida de sangre era evidente al echar un vistazo al suelo. Tras un último mandoble en el mismo lugar del costado, finalmente se vio superado y perdió pie. cayendo delante mía. A pesar de lo visiblemente maltrecho que estaba, y de que posiblemente más de la mitad de los golpes que había recibido fueran mortales, hizo un último esfuerzo por enderezarse en el suelo, incapaz de levantarse del todo, pero aún dándome la espalda. Fue en ese momento en el que vi claramente que el valor de aquel hombre no conocía límites, y que en mi cobarde huida constante de mis problemas había acabado arrastrando a una persona inocente a acompañarme al otro lado.

Sentía que las manos me iban a explotar, nunca antes me habían dolido de esta forma. Es cierto que había días en los que tras emocionarme creando objetos comenzaba a sentir una especie de cansancio difícil de poner en palabras en ellas, como si me estuvieran dejando claro que este poder no es ilimitado, pero ese mismo día decidí cruzar ese límite impuesto por el dios que me hubiera otorgado este poder. No me importaba morir tras abusar de este don, si al menos con ello salvaba a quien tenía delante.

Sin pensar en las consecuencias, intenté algo que no había intentado nunca antes. Posé la palma derecha sobre la espalda todavía impecable de Boreas, y grité "¡Levántate!". Después de esto sentí como si un relámpago me pasara por el brazo, cerré los ojos y empecé a arrastrarme por el suelo de dolor, y finalmente, perdí el conocimiento.

 

Cuando volví en mí, la escena había cambiado por completo, toda la calle estaba envuelta en una fría niebla baja, y del lugar donde antes estaban luchando Boreas y mi perseguidor solo quedaba un terreno hundido. Al intentar levantarme una punzada de dolor me hizo dirigir mi atención a mi brazo derecho para poder confirmar mis sospechas, estaba calcinado hasta el codo. De alguna milagrosa forma lo podía seguir moviendo, pero todo gesto que hiciera con este hacía que se me saltaran las lágrimas. Tras un momento de mentalización, hice acopio de valor y finalmente me puse en pie para observar que aquel hoyo en el suelo tenía forma de pisada, y que los habitantes de Lodestone estaban huyendo precisamente del lugar hacia el que apuntaba esta, del cual provenía una voz monstruosa que gritaba a intervalos. Por primera vez en mi vida, decidí voluntariamente dirigirme hacia el peligro en lugar de huir de él.

Las enormes huellas me llevaron hasta la puerta sur de la ciudad, y una vez estuve lo suficientemente cerca pude apreciar una escena increíble ante mis ojos. El héroe vidente seguía luchando con Boreas, pero esta vez la diferencia de tamaños era mucho más notoria. La altura de Xendar había aumentado hasta ser unas tres veces la de su contrincante, quizá más, y sus pertenencias habían crecido de forma acorde. De su mandíbula colgaba una larga barba blanca como la nieve, sus ojos emitían destellos de color celeste, y de ambas sienes le habían salido cuernos que crecían hacia ambos lados y hacia arriba, similar a aquellos encontrados en los cascos vikingos de mi mundo, aunque dudo que esta comparativa sirva al lector. La imagen que ante mí había era sin duda aquella de un gigante nórdico tal y como se describen en las leyendas de mi mundo.

Xendar Boreas se había convertido en un un Jötunn.

Desconozco cuánto tiempo me había pasado inconsciente, pero parecía ser que llevaban bastante luchando. Saltaba a la vista que la idea de llevar la batalla a las afueras de la ciudad había sido de Xendar, y también se podía apreciar que había aprendido rápidamente de su error. En vistas de que el mercenario que tenía delante no parecía tener intención alguna de hablar con él, y apreciando que cada vez que lograba hilar alguna frase entre el caos del combate mejoraba su técnica temporalmente, el jötunn aprendió a alzar la voz cada vez que el héroe parecía disponerse a hacer lo mismo de nuevo. Cada vez que su contrincante se disponía a exigir los próximos movimientos de Boreas, este gritaba a pleno pulmón, siendo escuchado en toda la ciudad y zonas de alrededor, y haciendo que los tímpanos de todos aquellos que se encontraran demasiado cerca, como servidor, sangraran resentidos. Honestamente, no soy capaz de imaginarme el sufrimiento al que tendría que estar expuesto en ese momento el héroe de la Asamblea, quizá ya había desarrollado una sordera irreversible como cicatriz de este combate.

Dada la magnitud del combate, lamentablemente no me veía capaz de apreciar todos los detalles del enfrentamiento ante mis ojos. A pesar de su descomunal tamaño, Xendar se seguía moviendo a una velocidad difícil de seguir, y lo mismo aplicaba para el otro, que seguía sin rendirse. El enviado de la Asamblea revoloteaba alrededor del gigante, posiblemente gracias a algún objeto mágico o hechizo de vuelo otorgado previo a su expedición por sus compañeros, y gracias a esto era capaz de ocasionalmente asestar golpes a este, aunque ya no parecía haber respuesta que indicara que dichos golpes fueran muy efectivos, ni siquiera las estocadas que lograba dar en la herida que mencioné anteriormente hacían a Xendar retroceder un solo milímetro, quien continuaba atacando como si nada. Como ya he dicho, Boreas era una persona increíblemente noble, y no era un asesino sanguinario, pero tampoco era ingenuo, la actitud testaruda de su contrincante le había dejado claro que los dos únicos resultados posibles eran que muriera este, o que lo hiciéramos Boreas, yo, y quién sabe cuántos ciudadanos de Lodestone si tras la batalla el héroe decidiera dar ejemplo para que no volvieran a aceptar a "enemigos de la Magna Asamblea" entre sus muros.

Aparentemente, la táctica del rey de los goliaths de alzar la voz era suficiente para evitar que las plegarias del héroe llegaran a su patrón. Eso, o este mismo patrón estaba comenzando a valorar la idea de retirarle su favor. Esta última afirmación puede parecer un mero delirio por mi parte fruto de la tensión de aquella escena, pero doy palabra de que es lo que parecía estar allí pasando. El héroe comenzaba a estar desesperado. Sin poder hacer uso de su clarividencia, y con los músculos posiblemente entumecidos por el extremo cansancio, el enviado de la Asamblea finalmente perdió los estribos, lanzó su espada a un lado, señaló a Xendar Boreas y exclamó: "¡No es justo! ¿Por qué Pensante no me avisó de que había otro héroe aquí además de aquel cobarde? No, al contrario, seguro que el héroe eres tú y Pensante me dio información errónea. ¡No es justo que tú tengas que tener un poder tan vistoso y útil como ese y yo me tenga que conformar con un triste consultorio!".

La personalidad vanidosa y egocéntrica de aquel individuo iba plasmada en aquellas palabras, era una perfecta demostración del tipo de persona que era. Si yo hubiera estado en la posición de Boreas, juro por los dioses que no habría sido capaz de dar con una respuesta adecuada a aquella pataleta. Pero no era yo el que estaba en esa posición, y esta persona no tuvo ni que pensar una respuesta, dado que la expulsó naturalmente fruto de la ira causada por la actitud vulgar e infantil del enemigo. Al tiempo que su enorme hacha descendía sobre el héroe, puedo dar mi palabra, por el brazo que me calciné aquel día, de que sin duda presencié en vivo cómo este era despojado de su don, y con él de su condición de héroe, y las palabras que en ese momento exclamó Boreas quedarán grabadas a fuego tanto en mi memoria como en la de todos los habitantes de Lodestone que las llegaron a escuchar.

"YO NO SOY UN HÉROE".

Agradezco sobremanera que no tuve necesidad de parpadear en aquel momento, porque con tan solo un parpadeo me habría perdido este momento fugaz. Tras tocar el hacha de Boreas el suelo, en el lugar que hacía instantes ocupaba el héroe no quedaba más que una fina niebla roja que se comenzaba a disipar en el ambiente, y todo lo demás del mismo había quedado enterrado bajo el filo de esta.

 

 

 

 

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